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La verdad os hará libres

Una imagen del cielo completamente desejado y una parvada cruzándolo.

La verdad os hará libres

Mateo 21:23-24

Hace unos años mientras daba una clase de escuela dominical a los adultos, un visitante hizo una pregunta. Su intención estaba muy lejos del aprendizaje, no tardó mucho en dar a conocer su verdadera motivación: la controversia y el demostrar cuánto sabía del tema en exposición.

“Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo” escuchaban a Jesús sin la intención de aceptar sus enseñanzas. Nuestro tiempo está plagado de personas que leen la Biblia con esas mismas intenciones. La enseñanza tiene el poder de romper una larga cadena de tradiciones y socava la hegemonía. Estos personajes que escuchaban a Jesús lo sabían muy bien y para ello hicieron dos preguntas que bien haremos en examinar.

¿Con qué autoridad haces estas cosas?

Lo que estos personajes querían saber era el fundamento sobre el cuál Jesús HACÍA las cosas. No solo estaban cuestionando el asunto de la enseñanza (que de por sí ya era un tema controversial para ellos), sino los milagros y la reciente acción de Jesús al echar a los vendedores y cambistas que habían ocupado el templo.

“Estas cosas” representan un alto movimiento financiero y ahí estaba el verdadero meollo del asunto. Jesús representaba un peligro para sus intereses económicos.

“Estas cosas” representan un cuestionamiento del pueblo hacia la piedad de sus líderes y el respaldo divino. Los milagros ya eran cosa del pasado pero, con Jesús se volvieron un asunto cotidiano. (Mateo 11:4-5)

Definitivamente, el rechazo a las enseñanzas de Jesús se debía a que ellos estaban en la cuerda floja. Sus tradiciones estaban siendo cuestionadas y por ende desechadas. Su estabilidad financiera se vio amenazada, y su posición como los únicos maestros del pueblo ya era un asunto secundario.

¿Y quién te dio esta autoridad?

Por Nicodemo sabemos que ellos tenían la respuesta a esta pregunta (Juan 3:2), pero la costumbre dictaba que cuando alguien enseñaba debía tener la aprobación de otros maestros y en alguna ocasión la del sanedrín, el más alto tribunal de justicia de ese tiempo.

De alguna manera querían dejar a Jesús en ridículo haciéndole saber al pueblo que nadie lo respaldaba como maestro. Si ellos lograban que el pueblo dejara de escuchar sus enseñanzas, entonces bien podrían nuevamente regresar a los vendedores y cambistas a su lugar.

Sin embargo, la respuesta de Jesús sepultó cualquier intento de humillación pública hacia él. Como todo un Maestro de maestros, Jesús hizo uso del argumento muy al estilo rabínico, responder con una pregunta. La respuesta de los sacerdotes y ancianos fue una sentencia auto impuesta delante de todos. Llegaron muy seguros de sí mismos y se fueron a casa humillados. Pudieron haber sido liberados de su yugo pero decidieron cargar con él con un “no lo sabemos”. Su respuesta no representa humildad sino orgullo y cobardía.

Los creyentes no estamos lejos de esta actitud. Nuestro actuar frente a la Palabra de Dios dice si somos humildes y orgullosos. ¿Qué produce en ti su Palabra?

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