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Pequeña fragilidad humana

Pastor Mario Cano

En el devenir de nuestra vida espiritual, a menudo nos vemos tentados a adoptar posturas de superioridad o a juzgar a nuestros semejantes por sus faltas. Sin embargo, la carta que el apóstol Pablo dirige a la comunidad cristiana en Roma nos invita a una profunda reflexión sobre la fragilidad humana y la necesidad imperante de la gracia divina.

En el capítulo 2 de Romanos, Pablo nos recuerda que el juicio último solo compete a Dios y que nuestra supuesta corrección moral solo puede atribuirse a la gracia que Él nos otorga. Ante los ojos divinos, no hay distinción de personas; todos somos igualmente juzgados y ninguno de nosotros puede ser absuelto sin recurrir a la gracia redentora de Dios.

La realidad del juicio humano se ve empañada por nuestra propia naturaleza pecaminosa, lo que pone de manifiesto la inconsistencia inherente a nuestro criterio y la necesidad constante de volver a la fuente de la redención: la cruz de Cristo. Un auténtico encuentro con Jesús debería transformar nuestra comprensión de la gracia, haciéndonos conscientes de que esta se ofrece a todos, sin distinción ni discriminación.

A pesar de la universalidad de la misericordia divina, es nuestra libre elección la que a menudo nos separa de ella. Recordemos siempre que, ante Dios, todos somos iguales y cada uno de nosotros tiene la oportunidad de recibir su gracia y perdón, sin importar nuestras faltas pasadas.

Este llamado a la reflexión nos invita a examinar nuestras propias actitudes y acciones, y a acercarnos más a vivir conforme al ejemplo de gracia y compasión que nos ofrece Jesús. Te invitamos a ver el sermón completo en el video adjunto, donde profundizamos en estas verdades bíblicas y cómo aplicarlas en nuestra vida diaria.

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